viernes, 25 de diciembre de 2009

Hablamos de... mitos y leyendas: Santa Claus: ¿Verdad o mito?


Este famoso personaje, conocido por chicos y grandes alrededor del mundo, es esperado con gran expectación la noche del 24 de diciembre. La filosofía de este simpático anciano es sencilla; si eres bueno, obtendrás un regalo en premio, si no lo eres, no recibirás nada. En algunas culturas incluso se aplicaban castigos a quienes no eran merecedores de un obsequio. También se espera que el buen hombre entre a través de la chimenea o de alguna ventana (en consideración a aquellos hogares de lugares algo más cálidos...), para dejar los presentes bajo el árbol de Navidad, o dentro de pequeños sacos que se suelen colgar cerca del hogar. Sin embargo, a medida que los chicos crecen, se dan cuenta de que no hay tal Santa Claus... los regalos no aparecen por arte de magia bajo el árbol, nadie vuela en un trineo la noche de Navidad, la magia termina y solo queda lo representativo de la fecha. Aún así, Santa Claus tuvo que surgir de algún lugar o en algún momento, y tuvo que ser verdaderamente importante para que su presencia haya trascendido a través del tiempo para llegar hasta nosotros.

Mucho se ha escrito acerca de este maravilloso ser, símbolo de generosidad y felicidad a lo largo de muchos años. Algunos refieren la leyenda de un hombre que, compadecido de una familia demasiado pobre como para contribuir con una dote aceptable a la entrega de su hija, llenó un saco con diversos bienes y lo dejó por la noche dentro de la casa. Al día siguiente los moradores lo consideraron un auténtico milagro y cuando supieron de la identidad del hombre se corrió la voz de que contribuía anónimamente y de manera continua a ayudar a aquéllos que lo necesitaban en la medida de sus posibilidades. A este personaje se lo conoce actualmente como San Nicolás, y es una de los principales iconos religiosos en Rusia y en toda Siberia. Se cree que a partir de esta historia surgió la tradición de Santa Claus, pero hay otras versiones que en la opinión de una servidora podrían encontrarse más cerca de la verdad; de hecho, sobre la base de muchas fuentes referidas más adelante, podría decirse que Santa Claus existió realmente, y no como una distorsión de San Nicolás, sino como una persona real y completamente distinta, aunque sí existen similitudes entre ellos.

Basándose en algunos grabados antiguos encontrados en el norte de Europa, algunos autores llegaron a la conclusión de que Santa Claus fue más probablemente un chaman que existió hace muchos siglos en las regiones nórdicas europeas. Para entender su relación con la Navidad hay que regresar una líneas más atrás y recordar que el 25 de diciembre es la fecha en que ocurre el solsticio de invierno. Después de una larga “ausencia”, el Sol renace dando lugar a días más largos, y eventualmente, a la primavera. La misma impresión de muerte-resurreción se obtiene al consumir hongos de efectos enteógenos. También recordemos que los chamanes estaban familiarizados con este proceso, y que eran ellos quienes guiaban a su pueblo en el ámbito espiritual, eran quienes estaban “en contacto con los dioses” (el término Enteógeno significa “Dios naciendo dentro de ti”, y fue acuñado por R. G. Wasson casi desde el comienzo de su investigación etnomicológica en México).

El chamán se dedicaba a recolectar los hongos (Amanita muscaria) en los días precedentes al solsticio. La noche del 25 de diciembre, metía su cosecha en un enorme saco y se introducía a las casas del pueblo a través de un agujero en el techo, para luego dejar sus “regalos” a los moradores. Los hongos eran tradicionalmente deshidratados cerca del fuego del hogar, dentro de sacos que colgaran cerca del fuego (sacos que ahora se llenan de dulces o de otros presentes, pero que suelen ser rojos y/o blancos, mismos colores que visten a Amanita muscaria). Cuando los hongos eran consumidos, el pueblo vivía y entendía el trance por el que pasaba el Sol, para finalmente renacer y ascender nuevamente al cielo.

Con el paso del tiempo, la tradición de esperar un regalo la noche del 24 de diciembre a permanecido viva y fresca, y se ha extendido hacia nuevos continentes, aunque su contenido ha variado un poco, como es de esperarse. En estas fechas nadie piensa en los importantes acontecimientos astronómicos que se gestan, ni se llevan a cabo los mismos ritos paganos que dieron origen a una de las actividades más ricas que ha cultivado el hombre. Pero las raíces de tal festejo siguen en cierta forma latentes a través de los colores tradicionales (verde, rojo y blanco), e incluso a través de Santa Claus, de una forma aparentemente indirecta: Sus mágicos venados.

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